Desde la espiritualidad ignaciana, el servicio no es solo una acción externa, sino una forma de vivir la fe en el mundo. San Ignacio de Loyola, en los Ejercicios Espirituales, hace una invitación clara a pedir la gracia de “en todo amar y servir” (EE 233). El servicio se convierte así en el culmen de la experiencia espiritual, el amor llevado a la práctica a través de obras de solidaridad y compromiso con los más vulnerables.

Este enfoque pastoral integra el servicio como un proceso educativo, donde los estudiantes son llamados a:

-       Conocer la realidad social que los rodea, mediante la observación crítica y el análisis de los problemas que afectan a las comunidades.

-   Comprometerse con el bienestar de los demás, especialmente de aquellos que se encuentran en situaciones de vulnerabilidad.

-       Actuar para transformar la sociedad, colaborando en la misión de construir el Reino de Dios en la tierra.

A través de experiencias de servicio concreto, los bartolinos aprenden a discernir su papel en la sociedad y a asumir un compromiso personal y certero con los sectores más desfavorecidos, en consonancia con los valores evangélicos.